Cuando las vacaciones se hacen en moto, el viaje es diferente. No se entiende la moto como un medio de transporte para ir de un punto a otro. Ahora estoy en este pueblo y mañana llegaré a esta ciudad. No es así. La moto es una parte esencial en el disfrute viajero. Es como una actividad más de las que programas hacer. De la misma forma que planeas ir a un museo, a un castillo o pasear por la ribera de tal río en tal ciudad, planeas ir en moto por una carretera en concreto para, sencillamente, disfrutar del camino. Y esto, en Polonia, no ha ocurrido.
Las carreteras polacas son, en su gran mayoría, rectas infinitas, llanas y con una panorámica tan abierta que esa frase tan castiza de ancha es Castilla se torna ridícula. Además, las infraestructuras son escasas, por lo que el tráfico es agotador.
Solo en el sureste, frontera con Ukrania, pude disfrutar un poco de curvas y bosques.
Salí de Bilbao, atravesé Francia, Bélgica, Alemania y entré en Polonia por el norte, concretamente por Poznan. De ahí subí un poco más, hasta la costa báltica y empecé a ir dirección sureste, hasta llegar a lo más al sur del país, para después tirar hacia el oeste y volver por la República Checa, Alemania y Francia.
Antes de que des al play, te advierto de que Chopin, a veces, no es Chopin.
Si te ha gustado el vídeo, pásate ahora por este otro post donde divago con mi desilusión por Varsovia, en concreto, y Polonia, en general.