Viajar por Roma con una cámara de fotos

Fujifilm X100

Si estáis pensando en ir a Roma a pasar dos días, olvidadlo. Viajar por Roma con o sin cámara de fotos es una delicia que tenéis que degustar por mucho más tiempo. Un dato significativo: en la capital italiana hay más de 900 iglesias, y seas creyente o no, merce la pena entrar en ellas para ver y extasiarte con el arte de sus cuadros, esculturas y arquitectura. Al menos eso dicen, porque yo sólo estuve dos días sin tiempo para casi nada. Y, ahora, aquí estoy, lamentándome en público. Dos días es un pecado, creedme. Y hablando de pecado; los italianos son así, pecan durante la noche y se confiesan durante el día.

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Sé que mucha gente cuando viaja visita los museos, por eso, no voy a tener problemas en convenceros para que entréis en los Museos Vaticanos. Además, es el mayor complejo museístico del mundo y nadie se puede ir de Roma sin haber paseado por sus salas.

¿Pero por qué?

Porque está lleno de obras maravillosas. Sus salas son obras arquitectónicas en sí mismas y casi da igual si miras al suelo, a la pared, al techo o a una escultura o pintura, porque mires donde mires es fabuloso, como ésta escultura que me atrapó. ¡Cuánta tristeza! ¡Y qué barba! Además, no ocurre como en otros museos donde te persiguen como a un criminal si llevas una cámara de fotos. En los Museos Vaticanos sólo encontrarás prohibición en la Capilla Sixtina.

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Si tenéis pensado ir en invierno, es absolutamente imprescindible viajar con una cámara de fotos que tenga tolerancia al exceso de ISO. O en su defecto, cargar con un trípode de acá para allá. Yo, afortunadamente, llevé una Fijufilm X100 y pude disparar sin preocuparme de la hora. Porque la hora es una preocupación, os lo aseguro. A partir de las cuatro de la tarde, la luz va desapareciendo y un cuarto de hora después todo está a oscuras. Tened en cuenta que también cierran prácticamente todos los lugares públicos a las 16:30.

Después de esa hora toca deambular por las calles. Las mejores son las del casco viejo y las del barrio Trastevere. Este puente que se ve en la foto, del s.I ac. une los dos barrios.

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Vuelvo al Vaticano, que aún queda mucho que comentar.

Reservad un día completo para los Museos Vaticanos, y si tenéis tiempo, más de uno, o más de dos. Vamos, uno podría vivir una larga temporada allí dentro y alimentarse de arte. Hasta en los rincones, semiocultos, hay motivos que os harán disfrutar.

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De curiosidades protagonizadas por los visitantes también se puede disfrutar, claro que sí. Por ejemplo, de este personaje que entre Dalí y Chillida decide mirarme a mí. Aupa!

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El Coliseo es otro de los imprescindibles de Roma. En su día debió de ser un monumento resplandeciente, no sólo porque podía albergar 70.000 espectadores con una visión perfecta, no sólo porque hubo más de 100 días de festejos por su inauguración, no sólo porque tuvo un techo cubierto que se movía para proteger del sol a todo el populacho, ni porque hubo trampas, trampillas y pasillos por donde surgían fieras africanas y navegaban barcos no sólo por eso, sino porque su estructura estaba recubierta de mármol blanco.

Hoy no queda nada de ese mármol. El paso de los siglos, las inclemencias del tiempo, las guerras, la utilización del monumento como cantera y la contaminación han pasado factura. Y continuará la decadencia, porque mientras leéis esto se cae a cachos: El Coliseo pierde otro fragmento, rezan los titulares de los periódicos. Aunque gracias a una acción de marketing, para marzo se espera que comience la restauración del edificio patrocinada por Tod’s. Así que, ya podéis correr si no queréis verlo recubierto de andamios.

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Por cierto, 12€ cuesta la entrada. Pero bien merece la pena.

Donde también merece la pena entrar y no hay entrada que pagar es al Panteón. Otra de las maravillas de la arquitectura. Ahí eché en falta una cámara con gran angular, porque ese sitio es maravilloso en su totalidad. Pero también está lleno de detalles fantásticos, como el mármol del suelo y los orificios por donde se desagua la lluvia. ¿La lluvia? Sí, la lluvia. Bueno, no sé a qué viene tanto misterio cuando por todos es sabido que tiene un troquel en su cúpula de 9m de diámetro por donde además de dejar pasar la luz deja pasar el agua de la lluvia. Lluvia que no dejó de caer, por cierto, durante el tiempo que estuve en Roma. Lo que tal vez no sea tan conocido es que no se ha vuelto a construir una cúpula de esa magnitud; tal vez por incapacidad técnica.

Es otra de las características que hacen grande a Roma.

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Los museos son una parte importante de Roma, pero hay mucho más. Como se decía en una de mis películas favoritas, Espartaco, hay que postrarse ante Roma, porque vayas por donde vayas te encuentras con edificios construidos sobre muros del imperio, con los foros romanos a ambos lados de la carretera, con columnas romanas, sí, ya sé que es una obviedad, pero es que también hay columnas egipcias: los famosos obeliscos expoliados. También te puedes encontrar con una descomunal fuente, la Fontana di Trevi, atestada de turistas. Turistas, permítaseme decirlo, subnormales, que dejan entre todos los que participan de una estúpida superstición alrededor de 3.000€ al día en el fondo de la fuente.

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En la Fontana di Trevi también eché de menos mi gran angular. Roma es un lugar donde un objetivo como el Sigma 10-20 te saca de muchos apuros. Las calles son estrechas y los monumentos son gigantes. Aunque también te encuentras con estos pequeños monumentos al motor.

Paseando por las adoquinadas calles del barrio Trastevere puedes ver Fiat 500 en un buen estado de conservación, a pesar del paso del tiempo. Y no olvidemos que en Italia después de las mujeres los coches son lo más importante. ¿O era al revés? No sé. Contádmelo vosotras, que sé que muchas de mis fieles seguidoras habéis estado por allí.

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