Viajar por Jordania con una cámara de fotos

Es cierto que Petra es una de las maravillas, no sólo de Jordania, sino del mundo, pero este país tiene otros lugares que te quitan el aliento. Claro que el calor seco que pasas también tiene parte de culpa.

Empiezo por una ciudad romana a 50Km al norte de Amman, Jerash.

Quien haya estado en la Acrópolis de Atenas o en los foros romanos y no en Jerash, se atreverá a discutir conmigo por la majestuosidad de las ruinas, y lo puede hacer, pero no me convencerá. Andar por las calles de Jerash es mucho más emocionante. Cierto es que Roma es la ciudad del imperio, y que eso, hoy, 2000 años después, aún se nota, pero Jerash tiene el encanto de lo recientemente descubierto.

Pero es más que el encanto. Su estado de conservación es excelente y lo que queda por desenterrar tan grande como lo descubierto hasta ahora.

Y es que el recinto es enorme, con pavimentos, columnas, grandes avenidas, edificios, baños, fuentes, teatros, circos… lo tiene todo. Por tener, tiene hasta viviendas particulares aún habitadas. ¿Qué otro lugar del mundo puede presumir de ello?

Lo malo es que no podrás visitarlas a no ser que te hagas colega de algún lugareño y te invite a tomar el té. En esas casas que rodean el recinto los suelos están decorados con mosaicos romanos.

Y hablando de amigos, aquí tenéis un par de ellos. Estos son los mejores amigos que te puedes echar en el desierto, el otro gran lugar que visitar de Jordania.

El llamado Wadi Rum. Sencillamente espectacular. Es tan grande que puedes sentirte solo hasta viajando en grupo. Una de las mejores experiencias que he vivido. Sin duda. Y eso que no llegué a montar en dromedario, eh.

Me moví entre dunas con jeeps humeantes, castigados por la arena y el calor del día y la arena y el frío de la noche. Aunque si bien es cierto que en la época en la que yo fui no bajó gran cosa la temperatura, un mes antes nevaba.

Wadi Rum, también conocido como el Valle de la Luna, es el desierto que cautivó al mítico Laurence de Arabia. Pocos eran los que llegaban a comprender por qué un civilizado caballero inglés veía en el desierto un lugar donde vivir. Y estoy seguro de que aún hoy pocos lo entienden. ¡Qué cojones, ni siquiera yo! Nadie, a no ser que viaje hasta allí, puede comprenderlo y eso que la película interpretada por Peter O’toole nos acerca perfectamente hasta las dunas, rocas y explanadas del sur de Jordania.

Un territorio, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, en el que eres y te sientes tan pequeño, que ni sales en la foto ni te ves capacitado para levantar la voz. No eres más que una minúscula mancha sin sombra.

Y por fin, Petra.

Sí, creedme, por entre esas rocas está una de las ciudades nabateas más importantes. Y lo es precisamente porque estaba bien escondida. Pocos podían imaginar que en esos lugares había una rica ciudad que saquear.

Además de mimetizarse con el entorno, por entonces, cuando los ciudadanos nabateos vivían allí, la única entrada, bien oculta, era un pasillo cada vez más estrecho y más profundo. Eso hacía que los ejércitos invasores tuvieran que avanzar hombre a hombre y estuvieran expuestos a que les cayeran desde lo alto rocas, mofos y escupitajos de los defensores.

El camino hasta llegar al primer edificio es tan angosto como lo que veis en esta foto.

La mítica, la que habéis visto una y otra vez en los reportajes gráficos de National Geographic o en los documentales o en La última cruzada de Indiana Jones es ésta, pero ésta que pongo yo aquí tiene un valor aún mayor, porque es mía, es la que yo saqué, porque yo estuve allí. Es emocionante pensar en ello.

Sólo hay una pega: aquello parece la hora punta en una estación de metro de una gran ciudad. Nada que ver con lo que Indiana y sus dos acompañantes vivieron.

Yo llegué con mi grupo, de por sí ya numeroso, sobre las 9 y media de la mañana y aquello era una lucha constante, no para hacer una foto, sino para abrirse paso y poder continuar caminando. En cualquier caso, es un lugar mágico, al que aconsejo ir.

Pregunté al guía cuándo era la mejor época para visitar Petra y poder evitar la masificación. Y la respuesta fue, «es imposible evitarla», pero la mejor época es octubre. Algún día me daré un buen regalo de cumpleaños y me plantaré allí de nuevo.

Pero si no podéis ir en octubre, hay otra fórmula para disfrutar sin gente de la ciudad de Petra y de este espectacular edificio: aguantáis hasta la tarde.

A las 4 de la tarde, prácticamente la ciudad queda desierta y el color rosa que la caracteriza se hace más patente. Llevad agua en abundancia, sombrero, gorra o, mejor aún, un pañuelo jordano y aguantaréis y disfrutaréis más que los demás. ¿O acaso no os parece maravillosa la fachada de la Tesorería o del Tesoro sin más compañía que la que veis en la foto?

Y no os preocupéis por el tiempo, no os aburriréis en ningún momento. La ciudad es enorme, tanto que en un sólo día no podréis ver todo lo que hay en ella.

Y repito, no os olvidéis del agua, algo de comida y taparos la cabeza.

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