Fotoreportaje sobre Irlanda. Parte II: Canon 450D
Para viajar por Irlanda es imprescindible, además de un chubasquero, un coche. El transporte público es escaso en toda la isla, y salvo las grandes ciudades irlandesas, el resto no está nada bien comunicado. Yo llegué a Dublín en avión, y tras cuatro estupendos días allí cogí un autobús a Belfast. Otros cuatro días (demasiados para una ciudad tan pequeña) y salí como alma que lleva el diablo en busca de la naturaleza. Pero para no ser injusto con la capital norirlandesa tengo que decir que saqué mejores fotos allí que en Dublín. De hecho, en todo este post no encontraréis ni una sola de Dublín.
Belfast ofrece más opciones al fotógrafo. Tal vez porque encuentras motivos que, sin haberlos vivido antes, forman parte de tu memoria. No deja de sorprender que en Irlanda haya cabinas rojas, banderas británicas, libras y taxis negros.
¿Y qué se puede decir del conflicto político/religioso/económico entre las dos Irlandas? Pues que sigue estando vigente. Aunque Irlanda del Norte sea, geológicamente hablando, idéntica a Eire no es nada difícil darse cuenta de que te encuentras en otro país. Las banderas británicas están presentes en un gran número de casas y, por supuesto, de todos los edificios públicos. Sólo hay un rincón donde puedes ver banderas Irlandesas, y es, cómo no, en el barrio católico de Belfast. Justo al otro lado de este muro. Porque el muro sigue ahí, y no como medio de expresión para artistas y visitantes, ni como testigo del pasado, sino como línea de separación. Hay una puerta en ese muro que días antes de mi visita (agosto de 2011), cerraba el paso durante la noche, a los deseos más destructivos.
Para contrarrestar tanta mala leche, sobre todo la de los unionistas (sus murales son de temática militar frente a los pacifistas republicanos), en Belfast hay un maravilloso jardín botánico. Allí uno se puede volver loco con tanta flor, tanto color y tanta cámara. Llevaba encima la Lomography Fish Eye, la Lubitel 166+, la Fujifilm Instax, la Canon Powershot y la Canon 450D con dos objetivos. Ésta la hice con la 450D y el Sigma 10-20. Aunque me hubiera gustado usar algo de tele, ese es el que llevaba puesto en ese momento y la señora de chubasquero rosa no podía esperar. Aún así, la foto creo que quedó bien compuesta.
Y de la naturaleza «artificial» a la de verdad. Imprescindible para cualquier viajero en Irlanda es acercarse hasta la Calzada de los Gigantes. Es uno de esos puntos turísticos abarrotado de autobuses, mujeres con tacones, japoneses (¿con más cámaras que yo?) y niños mal educados que estropean tu estudiado encuadre. Aún así, es maravilloso ver lo que la naturaleza caprichosa puede llegar a crear. Un consejo: si vais sobre las 7 de la tarde, no pagaréis entrada (bueno, lo que realmente se paga es el parking), porque para esa hora la gente y el pica se está marchando. Claro que la luz también. Así que, agenciaros un objetivo muy luminoso o un trípode para hacer las fotos. Yo llevé el Gorilla Pod: pequeño, ligero y poderoso, capaz de aguantar el peso de cualquier reflex.
Las carreteras de Irlanda son estrechísimas. Carreteras por las que dudas seriamente si puede pasar un coche, pues pasan dos, e incluso compartes espacio con enormes autobuses (allí los autobuses parecen más grandes que aquí). Caminantes, txirrindularis, motoristas animosos, coches, autobuses y ovejas, todos somos parte de la carretera, así que ojo.
Las ovejas parecen valientes; dejan de mascar para que su mirada se te clave en el corazón, pero en cuanto te acercas a ellas salen corriendo. ¡Maldita sea mi suerte! Si no se me hubiera roto el objetivo canon 17-85 otra oveja cantaría, digo, gallo.
Y hablando de valientes… dicen que los cementerios están llenos de estos ¿no? Pues, venga, vamos allá, porque, aunque muertos están, se merecen todos nuestros respetos por contribuir a la creación de un evocador paisaje irlandés. Aquí está la torre de 29m del s.XII de la que hablé en la Parte I.
Antes de acabar bajo tierra, a los irlandeses les da tiempo a hacer muchas cosas (y no me refiero a la procreación, ¡madre mía cómo procrean!). Ya he hablado de su pasión por la pesca y las pintas, y ahora me toca hablar de su pasión por las carreras. En Cork, una de las grandes ciudades, se puede disfrutar de una tarde de emoción apostando a los galgos. Yo lo hice. Gané adrenalina y, sí, gané carreras, pero también las perdí. Aunque ahora estoy seguro de que lo haría mucho mejor. Déjate de preguntar a los viejos zorros del lugar, lo que hay que hacer es estudiar a los perros. Mírales a los ojos y averigua quién tiene mirada de ganador.
Se mueve mucho dinero en las carreras y en los bares, pero es tan sólo un pasatiempo sin importancia comparado con lo que se mueve en los grandes bancos y en los grupos de poder político. Hasta tal punto es así que la isla se ha vendido al mejor postor. La crisis se nota. Hablando con la gente de allí te dicen que se está sufriendo mucho, y al cruzarte con tantos vagamundos sin rumbo te das cuenta de que sí, se está sufriendo mucho. Pero los irlandeses son sufridores, y saldrán de ésta.
Varados no se van a quedar, no. Habrá que aprovechar la situación para sacar algo positivo y volver a empezar. Hace años fueron las patatas las salvadoras. Esta vez será otra cosa. En Galway tal vez pueda ser el turismo. A pesar de que lo hay, puede atraer a mucha más gente. Es una ciudad fantástica; por la mañana un paseo por su puerto, a media tarde un paseo por las calles, disfrutando de las bandas callejeras, y a la noche, ya vale de tanto paseo, y a comer y beber en sus fantásticos pubs con música en directo. Por supuesto, que la música no falte.
Aunque la música tiene mucha importancia en Irlanda, hay lugares donde no la hay. Como, por ejemplo, en algunos bares de Dingle. En este pequeño pueblo de la península de Kerry, existen unos bares únicos. Son lugares donde además de tomarte una pinta de Guinness, puedes comprar un martillo, o un serrucho, o un grifo para sustituir el que gotea en casa, o una bici para tu sobrino pequeño, ¿por qué no? Éste lugar de la foto era un bar y una ferretería, pero estuve en otro que era un bar y una zapatería, y hay otros muchos. Una vez más se demuestra que en Irlanda no se puede vivir sin beber. Cheers!
Preciosas, como siempre. Y aunque se te rompiese el objetivo que querías utilizar, no desesperes. La de la oveja me encanta!
Muchas gracias, Anmarah. Por cierto, ese nombre que tienes, Anmarah, suena a gaélico 😉
Ayyy, las ovejas, cuánta guerra me dieron. Para sacar una foto medianamente cerca de las ovejas tenía que dar un paso cada minuto para no asustarlas. Y es que el gran angular sigma abarca mucho espacio y se aleja al mismo tiempo.
Pero qué recuerdos! Es verdad que llueve mucho y que beben más (diosssss, qué manera de darle al pimple). Es un país perfecto para los amantes de la fotografía, por sus acantilados, los coloridos muros con tintes políticos, los bares-tiendas… Hay que repetir.
Nos dejamos por visitar todo el interior. Yo también creo que hay que volver, pero es que el mundo es tan grande y la vida tan corta y el dinero tan cabrón que…
En esas fotos hay sensibilidad… y buen manejo de la técnica. ¡Enhorabuena, artista!
Muchas gracias por tu visita y tan halagador comentario, Raúl. Espero seguir viéndote por aquí 😉