Viajar por India con una cámara de fotos (2 de 2)

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Parte I

Las tres ciudades que conforman «el triángulo de oro» de India están unidas entre sí por carreteras, vías férreas, monumentos y miseria. No quisiera insistir en esto último, porque ya hablé de ella en la Parte I de mi viaje, aunque me va a ser difícil abstraerme.

Empezaré por uno de esos preciosos monumentos que hay entre Agra y Jaipur: Fatepur Sikri.

Entre la ciudad de Agra y la ciudad fantasma de Fatepur Sikri hay algo menos de 40 kilómetros y algo más que un tranquilo viaje en bus por carretera. No recuerdo cuánto tardamos en llegar, fue bastante, pero estoy seguro de que la prudencia nos debió haber obligado a tardar aún más.

Las carreteras están en bastante mal estado y hay mucho tráfico. Coches, motos, bicicletas, personas a pie y en carromato y animales sueltos, incluidas las vacas, hacen que el chofer del autobús esté constantemente frenando, pitando y acelerando. Y si por si las distracciones de la carretera no fueran suficientes, leía y respondía a los constantes mensajes de texto del móvil. Y uno no sabía si reprimirle o felicitarle por su destreza.

Cuando llegas a Fatepur Sikri, comprendes por qué lo llaman Ciudad Fantasma. Aquello fue un intento de convertir este polvoriento pedazo de tierra en la capital del imperio mogol. Pero se quedó en eso, en intento. Porque veinte años después de comenzar, allá por 1.500, se dieron cuenta de que no era un buen lugar para vivir. Sin agua ¿quién es capaz de vivir?

Así que se fueron por donde habían venido dejando para uso exclusivo del turismo lo que habían levantado. Como esta estancia, con un impresionante pilar central de una sola pieza.

Y cuando hablo de turismo, no me refiero únicamente al turismo extranjero. Los propios indios son grandes devoradores de museos y monumentos, y, como cualquier otra persona, disfruta haciéndose fotos del tipo «yo estuve aquí».

Fatepur Sikri by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Esta foto del pilar me recuerda que prometí daros un consejo sobre fotografía, para que evitéis así caer en el mismo error en el que caí yo.

Para todos aquellos que lleven en sus manos una reflex y crean que un filtro polarizador es el mejor invento del mundo para esos días soleados, os diré que lo mejor que podéis hacer es desenroscarlo y mandarlo a la mierda. El que yo llevaba puesto restaba muchos pasos de luz. Tantos que cuando la intensidad de la luz era menor me obligaba a bajar la velocidad de obturación y me dificultaba obtener fotografías nítidas. Y no sólo en interiores, como en este caso, sino también en plena calle, con y sin sombra. Por culpa de este error me he venido de allí con un montón de fotos que pudieron ser y se quedaron en borrones.

Además, cuanta más luz entre en vuestra cámara, sin llegar a sobreexoponer, más cantidad de información y mejor resultado obtendréis. Después, con el Camera Raw, podréis restar intensidad a la luz ganando en definición, tono, color y contraste. Recordad que es mucho mejor oscurecer que aclarar.

Y para los que eso de las reflex, la velocidad, el diafragma, los filtros y el puto raw no os importe en absoluto os pido perdón y os doy las gracias por no haber huido de aquí.

Continuemos viaje.

Después de visitar la ciudad fantasma, nos reincorporamos a la autopista y continuamos viajando camino Jaipur. Pero volvimos a parar. Y esta vez por un pinchazo.

La parada me sirvió para darme cuenta de que esas chimeneas humeantes que venía viendo desde la ventanilla del autobús eran centros de trabajo. Hornos de secado con el que dar consistencia a los ladrillos de barro. También me di cuenta de que muchos de los trabajadores de la zona eran niños para los que el pinchazo fue una distracción en sus tristes vidas.

Carretera y chimeneas by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Hay quien piensa que son felices y eso tranquiliza su conciencia occidental. La verdad, es que, sí, sonríen y te saludan con alegría, y sí, tal vez sean felices, pero ¿no serían más felices estudiando y jugando que en una fábrica de ladrillos, sin nómina, sin representación sindical, sin parada para el café, sin prevención de riesgos laborales? ¿Acaso les cambiarías tu vida por la suya? ¿Acaso te gustaría que tus hijos crecieran así?

No me hace falta la respuesta.

Niños trabajadores en Agra by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Dejamos a los niños de la carretera con su vida, y unas bolsas de patatas fritas y algún refresco de cola, y llegamos a Jaipur.

Aquí encontramos uno de los palacios más famosos de la zona: el Palacio de los Vientos o como dicen por allí Hawa Mahal. Una fachada con 953 pequeñas ventanas por las que antes miraban las mujeres del harén y ahora los turistas.

En su día se construyó para que aquellas mujeres vieran la vida de la calle sin ser vistas. Hoy en día son los turistas los que miran la calle, pero sacando la cabeza para, sí, lo habéis adivinado, ser vistos. Lo mejor es quedarse en la calle y disfrutar de la fachada, la parte más bonita de este palacio. Y si queréis sacar buenas fotos, acudid a la mañana para no encontraros con un cielo tan blanco como este.

Hawa Mahal by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Lo bueno de ir por la tarde es que, si miras justo al otro lado de la calle, encuentras un precioso cielo azul que combina a la perfección con el color rojizo de los edificios de la Ciudad Rosa de Jaipur. Además, los edificios son realmente bonitos, apesar de que su conservación es bastante deficiente.

Poco a poco, levantan andamios de bambú para reparar las casas y conseguir el ansiado Patrimonio de la Humanidad que la Unesco, parece, está pensando otorgar. Tal vez sea ésta la razón por la que las calles están patas arriba. Bueno, a decir verdad, no lo creo, porque cualquier calle de Agra, Jaipur o Dehli está patas arriba.

Turistas por Jaipur by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Pero como ocurre con el Taj Mahal, del que hable en la Parte I de este post, lo que está perfectamente cuidado hasta el último detalle son los recintos arquitectónicos.

El Palacio de la Ciudad de Jaipur es sencillo pero fabuloso. Su nombre en hindi es Mubarak Mahal y se trata de un conjunto de edificios perfectamente conservados, limpios y abarrotados de gente. Sólo con paciencia, algo de zoom y unas piernas ágiles se puede sacar provecho de la visita.

Lo de las piernas era para poder seguir a mi grupo sin perderme, algo que no llegué a conseguir en todas las ocasiones, y para sacar del encuadre a personajes poco interesantes. Sí pude aislar a este trabajador, ataviado con un perfecto uniforme. Perfecto para mi composición fotográfica.

Palacio de la Ciudad by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

En Jaipur disfruté mucho paseando por la calle con mi cámara, pero en Delhi me lo pasé genial en Qutab Minar. El lugar es espectacular. No hay piedra que no esté labrada con destreza y estilo. Pero lo más interesante en este monumento musulman del s.XII era la gente.

El turismo interno se dejaba notar mucho por allí. Mirara donde mirara me encontraba a personas dignas de fotografiar. Sólo tenía que elegir un buen fondo, como aconseja el gran José B. Ruiz, y esperar a que alguien entrara en el encuadre.

Turista típico en Qutab Minar by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Y mientras yo pensaba que los indios eran dignos de fotografiar, los indios pensaban que el digno era yo.

Manteníamos un juego muy peculiar. Yo quería fotografiarles y ellos a mí; nos perseguíamos, mirábamos a otro lado para simular nuestro interés, y cuando nuestras miradas no coincidían, zas, disparo.

Rayas por aquí, rayas por alla by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

El juego era absurdo. Todos sabíamos qué estaba ocurriendo, y sólo algunos se atrevían a preguntar: ¿puedo sacarme una foto contigo? Evidentemente, quien hizo la pregunta no fui yo (la vergüenza sigue siendo una de mis taras), pero aprovechaba la ocasión para pedirles que posaran para mí.

Posado en India by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

De todas formas, prefiero los robados a los posados. Podría ser que lo prohibido resulta más atractivo, pero me inclino más por pensar que es porque en los robados hay una espontaneidad imposible de fabricar.

Y por si alguien se pregunta qué es esa torre que aparece en las tres últimas fotos, les diré que se trata del minarete de ladrillo más alto del mundo. 72,5 metros de altura. Se quiso construir otro a escasos 100 metros de allí, pero cuando llegaron a los 5 ó 6 metros de altura pararon la obra porque se acabó el presupuesto. Algo que está muy de actualidad en nuestras tierras.

Rojo como la piedra by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Imagino que alguien se habrá dado cuenta de que no he puesto ni una sola foto de templos religiosos, donde se practique la religión y no el turismo, como en Qutab Minar, y es que al contrario de lo que pensaba antes de mi viaje a India, los templos escasean. Y más aún los templos de arquitectura interesante.

Sí estuve en mezquitas, pero lo más interesante era ver a los turistas ataviados con ridículos patucos naranjas de usar y tirar, para no infringir la ley de unos y cubrir los escrúpulos de otros.

Sólo en Delhi, en el santuario sij de Gurdwara Bangla Sahib, la construcción tenía cierto interés. Tenía unas grandes cúpulas doradas que competían con las cabezas cubiertas por pañuelos naranjas (sí, esta vez no eran los pies, sino las cabezas).  A mí me seguía interesándome más la gente local y sus costumbres.

delhi_16

En este templo, lo importante era la actividad religiosa. En el interior del edificio escuchaban sin descanso a un rapero, compraban ofrendas y circulaban entorno a un altar, y en el exterior se lavaban y bañaban en esta gran piscina. Allí vi la mítica estampa que me quedaba por ver: a un hombre sumergiéndose y emergiéndose una y otra vez para purificar su cuerpo y mente.

Mientras, yo me liberaba con la cámara de fotos.

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