¡Los mayas viven! (Guatemala 2/3)
8 razones por las que visitar este desastroso país (Guatemala 1/3)
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Tikal es el destino que no debéis perderos en un viaje a Guatemala. Son las ruinas mayas más maravillosas que existen. Bueno, tal vez no. Aún no lo he decidido. Uaxactún y Yaxhá son otros dos complejos que tienen un atractivo salvaje. Y cuando digo lo de salvaje, lo digo con conocimiento de causa. Bueno, paso a paso que me pierdo.
Lo primero, quiero defender a Guatemala como el mejor país para disfrutar de las ruinas mayas. De la vida maya no hablaré en este post, porque ya lo hice en este otro. Tan sólo apunto que los mayas viven; la mejor noticia que me traje de mi viaje al país centroamericano.
Decía que es el mejor país por la calidad de las ruinas y por su ubicación. Ya estuve en las de la península de Yucatán, en México, que por cierto, fue territorio de Guatemala en otra época, pero no tienen nada que ver. Si queréis ver mi paso por Yucatán pinchad aquí.
Tikal está situado al norte de Guatemala, en la península de Petén. Es la zona selvática del país, la más grande, húmeda, calurosa, salvaje e interesante. Lo único negativo es que la cultura maya sólo se puede encontrar en las piedras. Ni costumbres, ni lengua, ni vestimenta. El paso de los siglos, la religión católica, los españoles y sus descendientes, la incultura y las balas de los fuertes y la dispersión de los débiles han acabado con ella. Sólo en momentos puntuales, llegan mayas de toda Guatemala y sur de México para organizar rituales. Yo no tuve la suerte de estar ahí. Me tuve que conformar con las ruinas, aunque no es poco.
Veréis en muchas de estas fotos que la gente no perturba el encuadre. Éste es uno de los motivos por los que Tikal supera con creces la experiencia de Tulum y Chichen Itzá. Aquí no hay prácticamente nadie. Y si pones un poco de empeño, sudor y horas y, por supuesto, un poco más de dinero tendrás las ruinas prácticamente para ti solo.
Yo estuve dos días en la zona y entré dos veces al Parque Nacional de Tikal, una por la tarde y otra por la mañana. Disfrutando del atardecer y el amanecer. Es un recinto gigante, tiene 16Km2 y más de 3.000 estructuras. No os preocupéis, no repetiréis templos. Y si lo hacéis, disfrutaréis doblemente.
Además, podréis tener la complicidad del guía y subir templos supuestamente prohibidos. Os animo a hacerlo, eso sí, siempre y cuando seáis respetuosos con cada escalón que piséis.
Para evitar compartir templos y caminos con más turistas, es esencial que os alojéis dentro del Parque. Yo lo hice en Tikal Inn. Es un hotel caro: 100$ la noche, pero tienes 1/3 de entrada al Parque y el guía pagado y si os alojáis dos días podréis visitar las ruinas a la tarde del primer día y a la mañana del segundo. Si decidís alojaros fuera del Parque, tendréis que pagar la entrada cada vez que entréis, pagar al guía y el desplazamiento.
Para que os hagáis una idea, «la excursión del amanecer» en un hotel situado en El Remate, el pueblo más cercano a Tikal fuera del Parque, os cuesta 95$, sólo la excursión. Tendréis que sumar la noche de hotel. Además, eso de levantarse de la cama y empezar a caminar por la selva es genial.
Dejo ya los consejos en plan Lonely Planet y vuelvo a las emociones de Tikal. A las emociones y al esfuerzo.
Como os decía, Tikal está en plena selva, y, por tanto, hace calor y es húmedo, así que cuando subáis las empinadísimas escaleras del templo hacerlo despacio y sin peso en la espalda. La bajada podría parecer menos cansina, pero no os dejéis llevar por el optimismo. Si no estáis en buena forma, cuando volváis al suelo notaréis cómo vuestros muslos se vuelven como piedras centenarias y vuestros pasos tendrán cierto toque ridículo.
Pero antes de bajar de la pirámide, sentaros y disfrutar del silencio (el guía se ha quedado al pie del templo, esperando), de la aparente inmensidad de la selva de Petén y de las cimas del resto de templos. Podría haber estado una hora sin hacer nada más que nada. Ni una foto siquiera. Bueno, eso no, las fotos son sagradas.
Uno de los guías que nos acompañó es estudiante de arqueología, y, como tal, a él sólo le interesaban las piedras. La selva que invade las ruinas no es más que un estorbo. A mí sencillamente me parece maravilloso. Es maravilloso y asombroso cómo la naturaleza se impone a la creación del hombre con una facilidad pasmosa. Los árboles crecen literalmente encima de las pirámides y la mezcla de arquitectura y selva lo envuelve todo en un ambiente decadente e histórico. Me encanta.
Y es por eso por lo que dudo por si me gustó más Tikal o Uaxactún o Yaxhá.
Esta foto es de Uaxactún, un complejo a media hora por una carretera infernal del Parque Natural de Tikal. Aquí la mayoría de las estructuras están bajo el poder de la selva. Se ha invertido mucho menos dinero en su cuidado y restauración, esa es la razón. Pero a mí me encanta así.
Otro de los encantos de Uaxactún es que, en las dos horas que estuve por allí, no me crucé con ningún turista, tan sólo con la gente que vive en el pueblo, con la que intercambias una sonrisa.
Dicen que en ese pueblo hay casas con muros de las construcciones mayas de hace más de 800 años, pero lo único que vi fue miseria y una pista de aterrizaje que divide el pueblo y las ruinas en dos. Es una pista que se utilizó durante los años 20 y 30 para la comodidad y el saqueo de los arqueólogos gringos, que no hacían otra cosa que abrir los templos, vaciar el interior y largarse denjándolo todo patas arriba.
De todas formas, lo que hay en Uaxactún es digno de ver. Mirad qué os podéis encontrar tras unos bonitos árboles.
De vuelta a Tikal, y si el mundo de las piedras no lo es todo para vosotros, podéis encontraros con una fauna muy amistosa. Como este hambriento coatí que nada ni nadie, ni siquiera un pesado con una cámara, le perturba.
También podéis ver monos araña y aulladores, aunque estos son menos simpáticos y recelan del humano. Aunque lo más interesante no es verlos, sino escucharlos. Si uno no tuviera un guía a su lado que le advierte de que el sonido brutal que se mueve por la selva es del mono aullador, pensaría que está a punto de ser devorado por un jaguar.
También podéis tropezaros con un pequeño cementerio de coches que los gringos dejaron abandonados allá por 1950. Un regalo de nuestro guía, porque por aquella zona del parque no va casi nadie. Así que ésta es una fotografía de algo muy poco visto y muy poco fotografiado. Sois unos privilegiados. De nada.
Y me falta mostraros Yaxhá. Otro de los lugares arqueológicos mayas más importantes de la zona.
Pocos son los turistas que se acercan hasta allí. Está a una hora en coche de El Remate, ese pueblo del que antes he hablado, y la carretera en sus kilómetros finales no es más que una pista forestal llena de socavones. Pero merece mucho la pena visitar el lugar.
Pirámides como ésta salpican una magnífica selva y está permitido subir a casi todas ellas. Yo en el momento de sacar la foto, me encontraba justamente en la cima de una. Subí a todas las que pude. ¡Piernas, para qué os quiero!
La última pirámide que subí, junto con mi sufrida mujer, es ésta de la foto. Desde ella se ve la selva, cada vez más cercada por los campos de cultivo, y los preciosos lagos que salpican el lugar, y un suave viento nos soplaba para rebajar el sudor acumulado de tanto subir y bajar pirámides de muchos siglos de antigüedad.
Las ruinas mayas de Guatemala son imprescindibles. Son de esos lugares a los que quieres volver, a pesar de que el mundo está lleno de países y lugares dignos de visitar y la vida del trabajador es demasiado corta.
Volvería a Guatemala sólo por volver a verlas. Merecieron la pena esos madrugones a las 3 de la mañana para subirnos a lo alto de alguna de ellas al amanecer para ver la selva y sus ruinas en todo su esplendor.
De las tres que vimos, las que más me gustaron fueron las de Tikal, aunque las de Uaxactún y las de Yaxhá no se quedan atrás, aunque estas últimas son más pequeñitas.
Bien vale 24 horas de avión por volver a Tikal, sí, señora 😉