Sí, es la película de los huevos, «La leyenda del indomable», aquella en la que se come 50 huevos duros en una hora sin ninguna razón aparente. Pero esta película es mucho más.
Se dice que es la más recordada de Paul Newman, y eso que este genio de la interpretación tiene decenas de obras míticas. Personajes como los de Butch Cassidy o Henry «Shaw» Gondorff son difícilmente superables, pero, al parecer, lo han sido. La gente tiene un cariño especial por Luke, el alegre y terco recluso, y siempre que la echan por televisión la ve y se divierte como la primera vez.
La sinopsis es bien sencilla: un hombre encarcelado por destrozar unos parquímetros no acata las normas de la cárcel y se rebela contra el sistema ganándose así la admiración de sus compañeros de celda.
Sí, la sinopsis es bien sencilla, pero el guión de Donn Pearce y Frank Pierson encierra otra historia, nada superflua, y acentuada por la fantástica dirección de Stuart Rosenberg.
Voy a ser claro: Luke es el Jesucristo moderno.
Luke es quien llena de esperanzas a los demás. Es quien sacrifica su vida por la de los demás, quien lucha sin armas, sólo con la palabra y las acciones… pero no es un ser divino. Eso también queda claro. No se trata de la historia de Jesucristo localizada en un nuevo tiempo y espacio. Es una crítica feroz a la religión.
La película nos lanza mensajes para que interioricemos que cualquiera puede dar esperanzas a la gente. No hace falta ser hijo de ningún dios. Un borracho, un juerguista, un pícaro, un perdido… también puede ser el salvador.
El personaje de Paul Newman salva a todos sus compañeros de celda, con sus palabras, con sus acciones. Con su tozudez llena de esperanzas las que antes de su llegada eran vidas apagadas, aburridas y derrotadas. Y esa es la razón por la cual esta película tanto gusta. El espectador siente su energía.
¿Queréis pruebas?
Empecemos por este fotograma. Miradlo y pensad a qué os recuerda.
Quién no vea ahí una crucifixión es que está ciego, o, peor aún, es que no quiere ver. Con los brazos en cruz, sobre tablones de madera y con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, Luke permanece satisfecho con su sacrificio. Se acaba de meter al cuerpo 50 huevos duros; una estupidez sólo realizada para el entretenimiento de sus compañeros.
Aquí tenemos la memorable escena de los huevos. Atentos al final, cuando la cámara se aleja para regalarnos esta preciosa toma sobre la que acabáis de leer.
Hay otra toma, en la que el símbolo de la cruz se nos muestra con total claridad. En esta ocasión, Luke ya está muerto, se expuso por voluntad propia y le mataron, convirtiéndose así en una leyenda, en un mártir, en un nuevo dios. Y la foto, que había sido rota por un arrebato de desilusión por uno de sus seguidores, se repara pasando a ser una estampa de adoración.
¿Es o no es una cruz? No, no es casualidad.
Tras su muerte, los compañeros de cárcel rememoran sus hazañas, rien sus chistes, alaban su desplante, su valentía… Uno de ellos incluso se convierte en un apóstol. Fue el personaje interpretado por George Kennedy (quien ganó un Oscar por aquella interpretación) quien cuenta cómo aún habiendo sido alcanzado por un tiro mortal, sonríe. Nadie pudo con él. Le mataron, sí, pero su influencia sobre los demás (lo que más temían los carceleros) continúa más viva que nunca.
¿A que os recuerda a aquella otra historia que nos ha contado la Iglesia, la que decía que Jesús murió por nosotros? Pues eso.
También os sonará aquella frase de «dios, ¿por qué me has abandonado?».
En «La leyenda del indomable» hay dos escenas que nos hacen pensar en Luke como el mesías desesperado por su desastrosa vida, pero a diferencia del cuento bíblico, lo que aquí se nos narra es distinto: aquí se afirma que no hay nadie allá arriba que pueda abandonarnos, ni mucho menos ayudarnos.
«Estoy hablando solo», se dice a sí mismo Luke, tras invocar al imaginario señor.
Han pasado 45 años desde su estreno, allá por 1967, y, posiblemente, en mis 37 años (37 es también el número que reza en las prendas de reo de Luke) la haya visto unas 20 veces. Y volveré a verla, seguro.
No es que sea la mejor película de Paul Newman, para eso tendríamos que hablar de El buscavidas, Dulce pájaro de juventud, La gata sobre el tejado de zinc o El hombre de Mackintosh, entre otras muchas, pero es sin duda la más optimista de todas, la que te llena de energía, de esperanzas y te hace creer en la fuerza del individuo, algo tan importante en estos tiempos que nos ha tocado vivir.
Y para acabar, qué mejor que ver de nuevo la escena de Genoveva, un nombre muy bíblico ¿no creéis?
María Magdalena podría haberse llamado también, pero es mucho más elegante sugerir que mostrar.
«¡A mí me va a dar algo!», «¡Frota, frota!».
Esta película moola. La escena de los huevos es muy buena y sólo de verla te entra un empacho majo. Y es verdad, es una película que no te cansas de verla. Además, esta llena de mensajes ocultos como bien pones en el post.
Por cierto vaya cambio de temática ¿no?
No he cambiado de temática, sigo hablando de creatividad, salvo que en esta ocasión hablo de la creatividad de los demás, no de la mía 😉
Antes de la aparición de Internet, comentando la película en mi red de amigos, en el patio del instituto, siempre me llamó la atención que la gente no viera lo que yo veía. Esos mensajes no estaban ocultos, sino a la vista de todos. Pero, aunque no negaban mi tesis, no la acaban de creer. Antes de escribir este post busqué en la red de redes, por si ya hubiera algo escrito al respecto de estos mensajes, pero mi sorpresa fue no encontrar nada. En fin, me han dejado a mí el honor de ser el primero 😀
Hay gente como yo q ve una película, se ríe, llora, se aburre, se duerme o se emociona y se queda ahí.
Hay gente como tu q ve una película, se ríe, llora, se aburre, se duerme o se emociona y además ve cosas q el común de los mortales no vemos. Y esos sois los q de verdad veis cine, el resto vamos a intentar pasar un buen rato.
Felicidades por el post, de lo mejor q llevas publicado aqui.
salud y da señales de vida, golfo.
Pues sí que me has echado de menos, Ismael 😉 . Gracias por tus felicitaciones.