La fotografía es un acto de amor

Para mí, las fotografías, así, en plural, son tan importantes que, por su ausencia, siento no haber tenido infancia ni adolescencia, y, sin estos dos periodos de vida, quién podría esperar que hubiera tenido juventud.

Apenas recuerdo cuatro fotos de cuando yo era pequeño; fotos en las que yo fuera protagonista.

En mi memoria están las de mis hermanos mayores, pero no las mías. Tampoco es que tuvieran muchas, pero cuando las miro soy capaz de sentir el amor en el instante en que se hicieron. Se notaba que había un interés en inmortalizar aquel momento. En el caso de las fotografías en las que yo aparezco, lo que veo es más bien una anécdota o un ejercicio de documentación.

Tengo que hacer un esfuerzo para acordarme de las fotografías en las que yo salgo. Y esto me parece una absoluta tragedia.

Antes, no le daba ninguna importancia, pero con el tiempo y, sobre todo, con mi acercamiento al arte fotográfico, me he dado cuenta de que las fotografías son algo más que un recuerdo; son la constatación de que algo ocurría en la vida de quien las hacía y de quien salía en ellas, y no solo de lo que ocurría en el mismo instante de hacerlas.

La fotografía, y ahora lo digo en singular, es un acto de amor.

Éste llegó a ser un post con ocho fotografías, pero murió antes de ver la luz.

Yo salía en todas y cada una de esas fotos, pero mis hermanos mayores, salían en seis de ellas, y no tengo nada claro qué pensarán de esta historia que acabas de leer ni de qué sentirían al ver publicadas las fotos en las que ellos aparecían. Así que, decidí colocar solo las fotos en las que salgo yo solo, yo como protagonista absoluto. Son todas las que tengo; aunque sé que, en algún lugar de casa de mis padres, hay otras dos.

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