Para mí, las fotografías, así, en plural, son tan importantes que, por su ausencia, siento no haber tenido infancia ni adolescencia, y, sin estos dos periodos de vida, quién podría esperar que hubiera tenido juventud.
Apenas recuerdo cuatro fotos de cuando yo era pequeño; fotos en las que yo fuera protagonista.
En mi memoria están las de mis hermanos mayores, pero no las mías. Tampoco es que tuvieran muchas, pero cuando las miro soy capaz de sentir el amor en el instante en que se hicieron. Se notaba que había un interés en inmortalizar aquel momento. En el caso de las fotografías en las que yo aparezco, lo que veo es más bien una anécdota o un ejercicio de documentación.
Antes, no le daba ninguna importancia, pero con el tiempo y, sobre todo, con mi acercamiento al arte fotográfico, me he dado cuenta de que las fotografías son algo más que un recuerdo; son la constatación de que algo ocurría en la vida de quien las hacía y de quien salía en ellas, y no solo de lo que ocurría en el mismo instante de hacerlas.
La fotografía, y ahora lo digo en singular, es un acto de amor.
Éste llegó a ser un post con ocho fotografías, pero murió antes de ver la luz.
Yo salía en todas y cada una de esas fotos, pero mis hermanos mayores, salían en seis de ellas, y no tengo nada claro qué pensarán de esta historia que acabas de leer ni de qué sentirían al ver publicadas las fotos en las que ellos aparecían. Así que, decidí colocar solo las fotos en las que salgo yo solo, yo como protagonista absoluto. Son todas las que tengo; aunque sé que, en algún lugar de casa de mis padres, hay otras dos.
Qué bonito. También puedes pensar que no había fotos porque a veces no nos damos cuenta, y preferimos vivir esos momentos en vez de inmortalizarlos en papel. Esos recuerdos estarán clavados en sus retinas y en su memoria. Los primogénitos siempre tienen muchas más fotos. Y a medida que aumenta la prole disminuye el tiempo hasta para hacer fotografías.
Ay, Diego. Has planteado la queja eterna de mi hermana, aunque de forma mucho más poética que ella. Entiendo vuestro sentimiento, pero puedo asegurar en mi caso que mi hermana no tuvo la mala suerte de ser la segunda, ni siquiera que estuvo en el hospital su primer mes de vida, llena de agujas, goteros,… Su mala suerte fue que a mí me compraran una Polaroid que además de sacar fotos borrosas, salían carísimas y no se podían hacer copias. Así que puedo estar de acuerdo con tu afirmación de que la fotografía es un acto de amor, pero la ausencia de ellas no tiene porqué serlo de desamor.
Gracias, Eva, por tu comentario.
Es cierto que muchas veces decidimos vivir el momento o, sencillamente, estamos tan absortos en él que se nos pasa sacar la cámara. Y es cierto también que los primogénitos siempre tienen más por novedad y porque no hay tantas cargas como con los demás. Pero, como decía el maestro José Luis Saramago, «toda realidad es imaginaria», y en mi realidad imagino yo.
Ana, me alegra leer tu comentario, por estar lleno de amor y vida compartida.
Y si fotografiar me parece un acto de amor, regalar una cámara fotográfica, me parece… ¿qué hay más allá del amor? Cierto que por ser Polaroid el acto estaba más restringido y las copias imposibilitadas, y precisamente por eso, el acto es más importante aún.
Por cierto me encanta el diseño de tu web. Es sencilla pero muy elegante. Eres un «maestro» del diseño.
Un beso y sigue así. Deseando ver más historias.
Maestro, maestro, lo que se dice maestro en diseño, me parece un poco exagerado. Pero agradezco mucho exageraciones como esta 😉
Yo siempre me he sentido como tú y, supongo, que para no deprimirme, pensaba en la opció que plantea Eva: se lo pasaban tan bien conmigo, que ni se acordaban de inmortalizarme, ya lo hacían en sus recuerdos… Pero me sigue fastidiando igual no tener casi fotos, no sólo de mi infancia, si no también de la adolescencia. Quizá por eso, en mi juventud, me dio por inmortalizar a otros, para que se sintieran parte de mi vida y para que sintieran mi amor, más allá de las experiencias compartidas. Aunque sigo pensando que sólo son amor si no rompen la espontaneidad porque, entonces, robarían el amor del momento.
Por cierto, también estoy de acuerdo con Eva sobre el nuevo diseño de tu web. 😉
Muchas gracias, Anita, por pasarte por mi mundo y por dejar tu comentario, especialmente sobre un tema tan personal y sensible.
Estoy muy de acuerdo en que, en ocasiones, si paras el momento para poder hacer una foto, es parar el amor, pero no acabo de comprender, o mejor dicho, no acabo de aceptar tener 8 fotos en 10 años, que podrían ser más, más años, quiero decir, pero dejo la adolescencia por ser una etapa de la vida complicada para padres e hijos por igual.
Que interesante invita a la reflexión, entiendo que quieras tener esos recuerdos de tu niñez y sería muy interesante que si no tienes un registro gráfico y si tus papás todavía viven pregúntales como eras de niño que hacías, cómo lucias, qué te gustaba hacer o anécdotas de cuando eras pequeño o de adolescente sería interesantísimo
En realidad, si no tengo fotografías es porque no hubo interés en hacerlas. Esa es la conclusión a la que llego en este post.
Muchas gracias por pasarte por mi mundo, Rosalva, y por tu comentario.