La fotografía digital Vs. fotografía analógica

Cada vez que me voy a visitar un lugar llevo conmigo una mochila cargada de cámaras, objetivos, tarjetas, trípode, filtros y, atención, carretes. Sí, todavía hay quién usa carretes. El becario que se sienta detrás de mí se quedó de una pieza cuando vio la semana pasada sobre mi mesa 8 carretes revelados. Y encima cuatro de ellos eran de 120. ¡¿De 120!? De 120. Y es que soy un nostálgico.

Pero además de amar todo lo que no corresponde a mi época –esta es una de mis taritas psicológicas– adoro tomarme tiempo para encuadrar, seleccionar la apertura, calcular la velocidad, enfocar, encuadrar otra vez, acercarme, enfocar de nuevo, alejarme, otra vez a enfocar, encuadrar de manera definitiva, bajar la palanquita del predisparo y zas.

¿Qué habrá salido? Misterio.

Misterio que se resolverá cuando revele y escanee. Y mientras tanto, a disfrutar con la incógnita.

Claro, que muchos dirán, ¡vaya manera de disfrutar! Con la digital ves cómo te ha salido y puedes rectificar si no te gusta. Efectivamente, ese es el problema; que puedes errar una y otra vez.

Con la fotografía digital no hay tiempo para pensar. Disparas sin que apenas hayas recapacitado un momento y con la precipitación cuesta mucho captar buenas fotografías.

La fotografía analógica me ha enseñado a esperar el momento. La paciencia es una de las grandes virtudes que debe tener todo fotógrafo, y toda pareja del fotógrafo.

Sirva esta foto para agradecer a mi guapísima Eva toda su generosidad por acompañarme en mis cacerías fotográficas (sin casi quejarse).

cisne irlandés de Diego Jambrina en 500px.com

 

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