Siempre me ha atraído el concepto de «embajada». Territorios extranjeros dentro de país extranjero. Se supone que estando en una de ellas, dejas de estar en el país en el que estás. Una idea compleja con una resolución muy sencilla.
No así las tiendas de souvenir.
Para mí las tiendas de souvenir son también territorios extranjeros dentro de un país. Pero existe una gran diferencia con respecto a las embajadas. Las tiendas de souvenir no son ningún país en concreto, sino todos en general.
Da igual en qué parte del mundo me encuentre, cuando entro en una tienda de productos típicos del lugar salgo a un país que no existe, y siempre al mismo, sin importar dónde esté. Por esta razón, he procurado mantenerme lejos de ellas.
Pero en mis últimos viajes he sentido un magnetismo extraño por uno de los productos estrella de estos no-lugares: los imanes para las neveras. Son como un mal titular que trata de recoger la esencia del lugar. En cierta forma, es como una fotografía. Los dos objetos son extractos de algo. Los primeros siempre fracasarán en su intento, los segundos, lucho porque no sea así.
He empezado un nuevo proyecto fotográfico, aún sin nombre, en el que tendrá cabida el imán para la nevera. No os puedo decir más, salvo que el flash, ese instrumento tan poco propio de mí y que transforma la realidad, también formará parte de él.