Vivir en libertad

Casi todo el mundo teme a la muerte. Piensa en ella, se estremece y actúa con la esperanza de darle esquinazo tanto tiempo como pueda, dejando la vida para otro momento, momento que jamás llegará.

Eduardo Larrea, alias «El Divino», alias «Karolo», no es como casi todo el mundo. Él espera a la muerte tranquilo, con las manos en los bolsillos, vacíos de dinero y llenos de vivencias.

Su casa, a la que llama «txinbito», no es más que un minúsculo lugar en el pequeño barrio de El Puerto Viejo de Algorta (Getxo, Bizkaia). Dos ventanas, las dos rotas; una puerta, rota; una taza de váter; un camastro y pocas cosas más es lo que tiene. Pero cosas son. Nada sin importancia. Karolo es un hombre rico, que atesora algo que muy pocos llegaremos a soñar: una vida en completa libertad.

Una vez tuvo un trabajo, uno de esos de 8 a 3 y de lunes a viernes. Cuatro años en un banco, en Barcelona. Cuatro años viendo a las mismas personas, haciendo lo mismo día tras día, hasta que se encaró con el miedo y le dijo: ahí te quedas.

Viajó por todo el mundo. La lista de países es envidiable hasta para un turista adinerado de hoy. Y vivió como siempre había querido vivir, sin ataduras de ningún tipo.

Jamás volvió a tener la seguridad de un empleo fijo, ni una nómina, ni una rutina, ni un jefe, ni nadie que le obligara a hacer lo que él no quisiera hacer. Cantó, bailó, posó, pintó y actuó en unas cuantas películas, como en «El fabuloso mundo del circo», compartiendo escena con el gran John Wayne.

 

Eduardo Larrea, nacido en el Puerto Viejo de Algorta en 1931, murió en el instante en que salió por la puerta de aquel banco en Barcelona, el mismo instante en que nació su personaje inmortal.

 

Su gran parecido con las imágenes clásicas de Cristo, le ayudó a trabajar de modelo de múltiples pintores, entre ellos Dalí, quien le contrató para alguna de sus creaciones y con el que estuvo en su casa de Cadaqués. Se le empezó a conocer como «El Divino».

Jamás ha ganado más dinero que el necesario para vivir, aunque pudo haberlo hecho, pero la industria discográfica ya era voraz en su época, y sus presiones no pudieron doblegarlo. Ahí se queda la industria, su dinero y Luis Mariano, quien, envidioso y temeroso de la calidad vocal de «El Divino», hizo que prescindieran de él en los escenarios de París.

Italia, Bélgica, India, Estados Unidos, Turquía, Suecia… en cada uno de estos lugares «El Divino» ha amado la libertad y ha sido quien ha querido ser. Ahora, vive sus últimos años en su pueblo natal, y comparte su tiempo con quien quiera escucharle.

Si algún día visitas Algorta y te cruzas con él, párate, escúchale y aprende a ser tú mismo.

Si quieres saber más de Karolo y su filosofía, Kepa Acero hizo hace tres años unos vídeos en los que se muestra tal y como es.

«Procura ser feliz con poco»
Karolo, «El Divino».

Pin It on Pinterest