Viajar por Suiza con una cámara de fotos (1 de 2)

Fujifilm X100

Primero la Parte I, pero no olvides cruzar la frontera y pasearte por Alemania y Austria.

 

El título de este post se podría completar con «y un presupuesto desorbitado». Suiza no es país para pobres. Desde que te levantas hasta que te acuestas estás gastando dinero. Bueno, a decir verdad, también gastas desde que te acuestas hasta que te levantas, porque encontrar una habitación doble por menos de 100€ es prácticamente imposible.

Los hoteles son caros, los desayunos son caros, el transporte público es caro, los supermercados son caros, las entradas a los museos, el café, las cervezas, el pan… hasta el queso es caro. Y si te confundes de botón en el cajero automático y seleccionas la opción de «no hacer nada» te cobran euro y pico por la gestión.

Suiza, o la cueva de Alí Baba.

A pesar de ello, es un destino muy recomendable para pasar el verano, incluso para los que buscan sol, playas y vuelta y vuelta.

Un baño al pie de los Alpes by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

A Suiza se lo conoce como el país del agua. Cierto que no es un slogan demasiado creativo, Holanda también lo utiliza y Finlandia se jacta de ser «la región de los mil lagos», pero refleja muy bien cómo es su geografía.

Las principales ciudades se encuentran a las orillas o cerca de un gran lago, pero no serán las principales ciudades las que salgan bien paradas en este post. Y es que algunas son tan ordenadas que aburren, caso de Ginebra, y otras tan bonitas que parecen de mentira, caso de Berna.

Berna es, sobre todo, para verla desde la distancia porque una vez te adentras por sus calles lo encuentras todo en su sitio, salvo pequeños detalles que te alegran el paseo, como estas piernas de metal que tratan eternamente de cruzar la carretera. Suerte para ellas que el tranvía hace tiempo dejó de correr por esas vías.

Pies, para qué os quiero by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Si entras al país por el sudoeste, es decir, Ginebra, lo más recomendable es invertir el máximo tiempo posible en los pequeños pueblos a las orillas del lago Leman, disfrutar de su tranquilidad, su historia y de las carreteras que los unen. Esto último lo podrás hacer vayas en moto, como yo, o en coche, porque, aunque hay tráfico, es fluido y no importa en absoluto circular despacio. Lo importante es el paisaje.

¿Y qué es lo que se ve?

Lago Leman desde las alturas by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Pues sí, una estampa difícil de encontrar en otra zona del mundo. Unas montañas espectaculares, un lago de 72Km de longitud y laderas empinadas llenas de oportunos viñedos verdes. Una maravilla para el fotógrafo con tiempo y una pesadilla para el turista aficionado a la fotografía que va acompañado por alguien que no lo es.

Pero además de viñedos, en el lago Leman puedes encontrar uno de los castillos más espectaculares que yo haya visto. Un castillo que pide a gritos ser visitado: El Castillo Chillon.

Es espectacular por el entorno en el que está, por su magnífica conservación, por su historia escrita sobre piedra y por cómo está organizada la visita. Perfecta desde el principio hasta el final. Eso sí, si se te ocurre ir en coche lo tendrás difícil para encontrar sitio en el pequeño aparcamiento; o vas a primera hora o lo dejas en el pueblo más cercano y te acercas andando. En mi caso no hubo problema; una ventaja más de ir en moto.

Castillo Chillon by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Hay más lugares de interés entorno al lago Leman: pequeños pueblos, como Cully, y otros más grandes como Vevey. También está Lausana, donde se da la curiosa combinación de borrachos y ausencia de bares. Suiza también tiene zonas oscuras de las cuales avergonzarse. Y Lausana es el perfecto ejemplo. Es el país del agua, no una isla, y, como en el resto de Europa, hay gente que lo está pasando realmente mal.

Para encontrar una oferta de ocio similar a la nuestra y poder tomarte una cerveza a las 8 de la tarde debes dirigirte al norte y adentrarte en la Suiza germánica. ¡Por fin una lengua inteligible! Ja, ja, genau! Y es que no se trata tan sólo de un cambio en el idioma. Es un cambio radical en la forma de vivir la calle. Y a mí, francamente, la vida francesa no me gusta nada.

¡Rumbo a Basilea!

Basilea es como una ciudad Alemana: viva, bonita, pero no artificial, con callejuelas, cervecerías, terrazas, plazas donde disfrutar del sol y gente que se dejar llevar por la corriente. Y no es una frase hecha.

A falta de mar donde refrescarse en los días calurosos, se lanzan a las aguas del río Rin y se dejan llevar. Plácidamente van de un punto a otro más abajo donde salen mojados, frescos y satisfechos del paseo.

Bañándose en el Rin by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Es un buen sitio para estar más de un día, pero los precios te invitan a seguir subiendo y cruzar la frontera. Incluso si tu idea es visitar Basilea, lo mejor que puedes hacer es alojarte al otro lado de la frontera, por ejemplo, en Weil am Rhein.

Mi viaje continuó por la Selva Negra, el lago Constanza y el oeste de Austria, desde donde volví a entrar a Suiza. De Alemania y Austria hablaré en el siguiente post. De momento, continuamos en Suiza.

Volver a entrar en Suiza fue un sock para el bolsillo, pero hay pecados que no se pagan con dinero. Bueno, sí que se pagan, pero hay bolsillos que no pueden.

La primera ciudad que visitamos fue San Galo, en alemán: St. Gallen. Lo digo porque suena mucho mejor en el idioma de Rammstein. Allí el principal atractivo es la biblioteca de abacial, en alemán: Stiftsbibliothek. También suena mejor. Y es una maravilla para la vista. Si hubiera puesto una fotografía del interior de esa biblioteca, no la hubiera hecho justicia, pero no la veréis, no porque yo no quiera, sino porque te obligan a dejar en una taquilla cualquier aparato que sirva para fotografiar.

Una vez dentro pensé: «me han cortado la lengua al no permitirme fotografiar». ¡¿Cómo iba yo a explicar en el blog lo maravilloso de esta biblioteca?! Pues no puedo. Solo diré que se percibe la sensación de estar en una farmacia de hace unos cuantos siglos, rodeado de estanterías repletas de remedios naturales. Tal vez la inscripción de la entrada, la que reza «farmacia del alma», fuera escrita por ese motivo o porque en ese espacio está una de las colecciones de libros más importante del mundo.

Por fin llegamos a Zürich, tras un horrible viaje por carretera. Evitamos la autopista para ver más país, pero lo único que vimos fueron rotondas cada dos por tres.

La conexión entre St Gallen y Zürich, la de Zürich y Luzern y la de Bern y Basel recomiendo hacerla por autopista. La carretera está llena de rotondas, limitaciones de 60Km/h y sin interés alguno paisagístico. Para ir de Luzern a Zermatt, de Ginebra a Lausana y de Lausana a Bern os aconsejo la carretera.

Bueno, por fin en Zürich, decía. Y es que ya tenía ganas de ver con mis propios ojos qué demonios hay en la ciudad donde los grandes ladrones esconden sus fortunas. Y lo que esconde la ciudad es un casco histórico plagado de callejuelas, cuestas, rincones y fuentes convertidas en piscinas.

Días de calor en el país del agua by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Ya os lo he dicho, es el país del agua.

Luzern también se refresca con las aguas de un lago, el Vierwaldstättersee. Y buena falta que nos hacía porque llevábamos dos semanas con más de 35º.

A lo largo del viaje existe la posibilidad de ver unos cuantos puentes de madera, pero tal vez el más famoso y fotografiado sea el Kapellbrüke de Luzern, por ser el más antiguo de Europa y el segundo más largo y, seguramente, porque el 17 de agosto de 1993 se quemó casi por completo. Seguro que algunos de vosotros recordáis las noticias.

La reconstrucción, o mejor dicho, la construcción del nuevo Kapellbrüke se hizo con tanto detalle y respeto por el original que cuesta creer que sólo tenga 18 años. E inspirado por ello, he preparado esta foto con un toque añejo.

Puente de madera de Lucerna reconstruido by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Los suizos son especialmente cuidadosos con sus tesoros nacionales. Lo hemos comprobado en muchos lugares, pero no así en Zermatt.

Zermatt es un pueblo al que nadie puede llegar en su propio vehículo. La entrada de cualquier coche o moto está terminantemente prohibida. Como alternativa, o, mejor dicho, obligación está el tren. Dicen que es para preservar el pueblo y su entorno de la contaminación. Sin embargo, la construcción allí es caótica. Edificios de 4 ó 5 plantas crecen como setas, sin orden ni concierto. Me recordó a Sapa, una ciudad al norte de Vietnam que crece cada día para dar cobijo a los miles de turistas que cada año se acercan hasta allí. Quien quiera más información sobre Sapa y el resto de Vietnam que se pase por aquí.

¡Pero qué bonito es el Matterhorn!

Cuesta dinero llegar hasta él, pero una vez arriba sólo piensas en la grandiosidad de la naturaleza y lo rico que está el Toblerone.

El Matterhorn, la montaña perfecta by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

A mí la naturaleza me emociona. Frente al coloso Matterhorn me fue imposible no sonreír como un tonto cada vez que lo miraba, pero donde se me puso la carne de gallina fue en el glaciar Aletsch. Una maravilla natural, poderosa, y frágil al mismo tiempo.

Se encuentra situada a una hora y media al norte de Zermatt. Y para llegar a él es necesario aflojar pasta y coger un teleférico que salva una altura de 1.124m en un ti-ta. Andar 15 minutos y coger un telesilla que te lleva hasta los 2.647m. Y desde allí sí, andar, paralelo al Grosser Aletschgletscher.

Untitled by Diego Jambrina (Elhombredemackintosh) on 500px.com

Me hubiera gustado acercarme más. Me hubiera gustado ver como el hielo se elevaba 3 metros por encima de mi cabeza. Me hubiera gustado tocarlo. Me hubiera gustado llorar.

Habrá segunda parte. ¿Y una tercera? Tal vez. Estad atentos; el sur de Alemania y los Alpes austriacos son una maravilla.

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