El niño cuenta con cinco años recién cumplidos y tiene muy claro que éste no es el mejor mundo posible.
El otro día, señalando al televisor, le dijo a su madre: quiero vivir en ese mundo.
Una petición tan honesta solo pudo ser respondida con un silencio igual de honesto, acompañado, eso sí, con una sonrisa rota, para esconder el desconcierto y el miedo.
Para el niño, el paso natural era averiguar cómo se llegaba hasta allí. Sin duda alguna, esa realidad, llena de música y movimientos desinhibidos, era mucho mejor que la realidad a este otro lado.
¿Cómo se llama ese mundo?, preguntó.
Aturdida por este segundo gancho de derecha, la madre sobrevivió gracias a que sonó de nuevo el estribillo de la canción y el niño continuó bailando casi como siempre; casi, porque supo, en ese mismo instante, que este mundo está lleno de preguntas sin respuestas y deseos insatisfechos.
© de los textos y la fotografía: Diego Jambrina Merino
Qué bonito!
Hola, Eva.
Sí que es bonito. A mí también me lo parece. Quiere disfrutar y lo dice con honestidad. Lástima que, a medida que nos hacemos mayores, vayamos perdiendo la pasión por un mundo de fantasía y nos dejemos dominar por este otro mundo.
Lo que vivamos de niños y el cómo, decidirá, en mayor parte, cómo y quiénes seremos en ese otro mundo inevitable.
Así es, Cabrónidas. Desde hace algún tiempo, miro a mi yo del pasado, descubriendo muchos momentos que me hicieron ser como soy ahora. Y también miro a los niños que hay a mi alrededor, en mi familia, para confirmar que cada segundo tenemos experiencias muy significativas, aunque no se vean como tal, sobre todo, por los propios niños.
El mundo de los niños se encuentra lleno de posibilidades por escribir.. los adultos nos empeñamos en cerrar puertas y ventanas, en tapiar los sueños.
Qué triste es convertirse en adulto…
Tuve un profesor en la uni que aseguraba que quienes se dedicaban a la creatividad publicitaria debían tener la misma capacidad que tenía todo el mundo en su infancia. Y esta era la capacidad para combinar. Nos decía que no tuviéramos miedo en mezclar cualquier cosa. Ahí radicaba la creatividad.
Quiero creer que eso es lo que llevo haciendo desde entonces. Aunque hacerlo como de txikis es prácticamente imposible.