Quiero vivir en ese mundo

El niño cuenta con cinco años recién cumplidos y tiene muy claro que éste no es el mejor mundo posible.

El otro día, señalando al televisor, le dijo a su madre: quiero vivir en ese mundo.

Una petición tan honesta solo pudo ser respondida con un silencio igual de honesto, acompañado, eso sí, con una sonrisa rota, para esconder el desconcierto y el miedo.

Para el niño, el paso natural era averiguar cómo se llegaba hasta allí. Sin duda alguna, esa realidad, llena de música y movimientos desinhibidos, era mucho mejor que la realidad a este otro lado.

¿Cómo se llama ese mundo?, preguntó.

Aturdida por este segundo gancho de derecha, la madre sobrevivió gracias a que sonó de nuevo el estribillo de la canción y el niño continuó bailando casi como siempre; casi, porque supo, en ese mismo instante, que este mundo está lleno de preguntas sin respuestas y deseos insatisfechos.

© de los textos y la fotografía: Diego Jambrina Merino

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