Murcia: segundo round

En el hotel de Cartagena, levantaba la tapa del váter y un maravilloso olor a mar inundaba el cuarto de baño. Sin embargo, en la playa de la Llana, la que da al mar Mediterráneo en la parte norte de la manga del Mar Menor, el olor era inequívocamente a cloaca. Esta circunstancia, que podía haber quedado en tan solo una curiosidad, es una clara metáfora de la región de Murcia, al menos en términos generales.

No me atraía nada ir a esta lengua de tierra salvajemente inundada por apartamentos turísticos, pero mi curiosidad y una pizca de esperanza por comprobar que la playa del norte se había librado del sector inmobiliario, me animó a ir.

Error.

Allí me encontré con un arenal poco atractivo y lleno de gente, a pesar de las restricciones por pandemia.

Caminé durante algo menos de treinta minutos hasta el final de esa lengua, para ver desde su punta la otra punta de la lengua sur y la encañizada de la Torre, una vieja estructura utilizada para la captura de peces en su travesía al interior del mar Menor.

Lo primero lo vi, y me resultó desagradable y al mismo tiempo lejano. No tenía nada más que seguir andando para poder tocar esa otra punta, pero su skyline parecía un universo paralelo e intocable, en el sentido más indio de la palabra.

La Manga del Mal Mayor

Lo segundo no lo llegué a ver o, al menos, no vi lo que mi mente había imaginado. Esa escena romántica de una técnica de pesca ancestral no es más que un edifico insípido y destartalado de tres plantas.

Aun así, la larga caminata por la playa de la parte norte de la manga del Mar Menor me sirvió para que, a medida que me alejaba del parking, la cantidad de personas disminuyera y mi misantropía, alimentada en exceso por el Covid-19, fuera poco a poco adelgazando.

No más

Lo que fue una experiencia negativa, más o menos esperada, con la naturaleza murciana se convirtió en una desagradable sorpresa en otro de los rincones de la región costera.

Me acerqué hasta Cabo de Palos con la esperanza de encontrar un pedazo de ese paraíso que algunas personas escriben haber visto. Pero yo no lo vi. En su lugar, me encontré con un pueblo poco atractivo trazado en insípidas cuadrículas y una cala de arena tan sucia que parecía la continuidad del parking sin asfaltar que había a su lado.

El agua estaba más sucia aún, con una mezcla de mierda humana y residuos de embarcaciones que la hacían bastante repulsiva. Su nombre es cala Reona. Recordadlo, para cuando leáis otros blogs y sepáis que os mienten. Yo salí por piernas de allí lo más rápido que pude.

Comencé a andar por la llamada senda geominera en busca de otro lugar más atractivo. Me negaba a creer que la costa murciana fuera un desastre absoluto. Y, tras una bonita caminata de treinta minutos por esa senda al borde de la costa, me topé con Cala Dorada, un pequeño rincón, poco poblado, de arena y agua limpia y divertidas olas con las que jugaban hasta los peces. Aquello sí que era un paraíso. Hasta el agua, menos caliente que en los otros lugares mencionados, servía para refrescarse del intenso calor.

Estaba tan a gusto, que no saqué la cámara para hacer ninguna foto. Solo el móvil para registrar en Instagram mi presencia en aquel precioso lugar. Aquí la podéis ver.

Otro lugar al que me acerqué, por estar presente en las listas de lugares top de Murcia, fue La Azohía. Y he de reconocer que allí me lo pasé muy bien.

Fui avanzando por la carretera paralela a la costa buscando trozos de playa sin toalla y hasta que no llegue al final no lo encontré. En ese último y largo tramo no había nadie. Era raro. Una silla, una sombrilla, pero ni una persona. Luego me enteré por qué.

Sombra delimitada Sueños frente al mar

Antes de tumbarme a disfrutar del sol y en compañía de una soledad buscada, me di una vuelta con mi cámara y, al entrar al terreno de juego, me sentí feliz.

Ni siquiera encontrarme con un colchón supuso nada inquietante para mí. Disfrutaba la costa, como la disfrutaban los protagonistas del último fotolibro de Txema Salvans, ajeno al espantoso entorno que la humanidad ha ido creando con los años.

Gol Capturar el cielo Murcia: segundo round

Supongo que es momento de desvelar porqué en aquella zona de la gigantesca playa de La Azohía no había gente, aunque seguro que nadie habrá llegado hasta aquí y no hará ni puta falta que cuente nada más.

Pero sí diré, porque me gusta acabar con palabras poco soeces, que lo mejor de Murcia fue Cartagena, y que de eso hablaré en otro post, porque esta ciudad se lo merece.

Pin It on Pinterest