Piratas y acreditados, juntos en Les Rencontres d’Arles

En Arlés, hay dos tipos de personas, las que tienen acreditación para entrar a todas las salas expositivas y las que no. Las primeras, orgullosas ellas, la llevan colgando del cuello hasta cuando cenan, horas después de que las salas se hayan cerrado. Las segundas, entre las cuales me encuentro, miran con una sonrisa irónica a las primeras cuando cenan y comentan que la fotografía ya no es lo que era desde que Joan Fontcuberta publica libros con seudónimo. También es cierto que miran con envidia (y no diré sana, porque de esa no existe) cuando entran en las salas mostrando su codiciada tarjetita.

Estando allí me dije, el año que viene me hago una acreditación casera tamaño Bilbao, para que todo el mundo me vea. Voy a acabar con el cuello roto, pero se van a cagar. Además, ya tengo experiencia en piratería. Este año he expuesto en las calles de Arlés sin que el comisario eligiera mi trabajo. Y lo he hecho con un expopirata en toda regla: la #expopirataArles2017. Y me ha dado un gustazo brutal.

Todo al rojo

Les Rencontres d’Arles es mi festival favorito. Tal vez porque la ciudad está donde está y tiene la historia que tiene. No entraré en detalles (ya lo hice el año pasado en este otro post). Y es que me encanta pasear por las calles soleadas de la ciudad hasta que el sol se oculta y, después, continuar paseando, disfrutando de las noches calurosas, y escapando de los mosquitos. Sí, hay mosquitos, pero es algo que se puede soportar, no como a esos cerdos con acreditaciones.

Tentada por la luz

Sol de noche

De lo que no hablé el año pasado fue del museo que están levantando a las afueras de Arlés, llamado Luma Arles. Un descomunal espacio para gozo del fotoadicto y del amante de la arquitectura, porque el complejo lleva la firma del controvertido Frank Gehry. Controvertido porque sus creaciones son para algunos obras de arte y para otros unas putas mierdas, hablando en plata o placas… de titanio. En mi modesta opinión, sería Calatrava el que debería copar los primeros cien puestos de los peores arquitectos del mundo.

Abierto por obras

La mujer de rojo

Creo que nos tomamos demasiado en serio ciertas disciplinas de la vida. La arquitectura es una de ellas. Bueno, en realidad, seria sí que tiene que ser, porque tiene un alto porcentaje de funcionalidad. Pero la fotografía (la que no es documental) es útil por su inutilidad y, por eso, debería sentirse con menos solemnidad. Al menos eso pensé cuando vi a este chaval en la exposición de Joel Meyerowitz. Tan serio él, viendo fotografía a fotografía sin pestañear. No sé. ¿Es para tanto?

Mirada York

Luego me encontré con otra escena que me hizo pensar justo lo contrario. ¡Qué poco respeto por la obra y el fotógrafo! Aunque en realidad sólo hacían lo que hizo Masahisa Fukase para crear aquel trabajo.

Por cierto, muy interesante la obra y vida de este fotógrafo japonés. Así a grandes rasgos os diré que estaba obsesionado con su mujer; no paraba de hacerle fotos hasta que ella se hartó y le dejó. Sumido en una oscura depresión hizo su trabajo más conocido: Ravens, toda una declaración de intenciones sobre su futuro, máxime cuando el cuervo en Japón es un pájaro de mal agüero, mucho más de lo que es para nuestra propia cultura. Y tiempo después se quedó en coma durante 20 años, tras caer borracho por las escaleras de un bar, hasta su muerte definitiva.

Con la lengua fuera

Cara a cara con Fukase

Menos oscura es la obra de Annie Leibovitz, aunque su vida también se las trae. Para mí, su trabajo es menos atractivo. Me gusta su estética: entre la moda, la publicidad y el buen gusto (no me atrevo a decir arte), pero no me emociona. Sin embargo, la gente se debió de poner roja a gritar con su llegada a la ciudad, y, al parecer, los diseñadores ya se intuían algo cuando crearon el cartel promocional.

Rojo Leibovitz

Cierro mis impresiones del festival de fotografía de Arlés 2017 con una foto que para mí significa mucho. Cada vez que piso suelo francés, me alegra ver tan rica mezcolanza de creencias, aunque yo no crea, y colores, con parejas interraciales y mercados llenos de productos típicos de lugares lejanos con los que sueño ir.

Hijos de un mismo dios

Au revoir, Arles.

Pin It on Pinterest