Hace unas semanas escuché en un documental sobre el fotógrafo Joan Fontcuberta, El que queda de la fotografía, que cuando una persona viaja a un lugar en el que nunca ha estado lleva un imaginario visual consigo y espera encontrarlo. Si al llegar, no ve o siente nada de lo que pensaba que iba a ver o sentir, su universo se altera. Cuando lo oí, me vi a mí mismo viajando a Japón, con toda esa mezcla de lo tradicional y lo tecnológico en mi cabeza y lo ciertamente frustrante que fue no encontrarlo, al menos tan claro como pensaba. Sin embargo, fui a Escocia con la mente abierta y dispuesto encontrarme con cualquier cosa. El imaginario no estaba en mí, pero sí en las personas que me rodeaban, y, por ello, me sentí algo presionado a la hora de fotografiar.
Viajando por tierras escocesas, me sorprendía a mí mismo buscando lo que se supone tenía que encontrar: naturaleza salvaje, verdes de mil tonos distintos, páramos abiertos y descomunales… Todo para satisfacer a aquellas personas que sabían que iba a Escocia y que esperaban que volviera con fotazas.
En mis anteriores posts sobre Escocia, ya hablo de esto (podéis verlo clicando en Escocia, naturaleza artificial y Asfalto escocés) y muestro mi reticencia a enseñar las fotos de naturaleza que hice, sobre todo, porque no son las fotos que la gente espera o, también, porque, como decía, no fui capaz de capturar con mis cámaras lo que sentía frente a la impresionante naturaleza. Pero, bueno, llegó la hora, y aquí están.
El oeste de Escocia
El oeste de Escocia es la zona que más me gustó, en cuanto a naturaleza. Y no es precisamente necesario llegar hasta la costa.
El interior, con ríos, riachuelos y lagos, estrechas carreteras, pequeños puentes de piedra y grandes zonas montañosas que se elevan de manera abrupta, apabulla el alma a cualquier persona.
El este de Escocia
La parte este de Escocia es muy distinta. Está llena de cultivo de cebada. Son amplios campos cultivados que abastecen a la inmortal industria del whisky. Es lógico, por otra parte, que así sea. ¡De qué forma si no iban a poder producir lo que llaman en gaélico uisge beatha en tales cantidades! Y yo que me alegro.
En verano, los campos completamente marrones y en proceso avanzado de secado, preparándose para su recolección, llegan hasta la primera línea de costa, una costa menos abrupta que la del oeste, aunque con una especie humana más salvaje. Se leéis mi segundo post, entenderéis a qué me refiero.
En esta costa, no se puede decir que escasean los castillos, pero sí que hay una menor cantidad, y no son una representación de castillos que estén en el imaginario de la gente. No son esas estructuras en ruinas en lo alto de un promontorio y junto a un lago, es decir, que no tienen ese entorno natural que todo el mundo asocia a Escocia.
De los que vi, el que más me impresionó fue el de Dunnottar, al sur de Aberdeen. Su ubicación, junto al acantilado y rodeado de una fractura geológica que la hacía casi inexpugnable, impresiona. Y digo casi, porque William Wallace logró abordarlo, matando a todo bicho inglés que allí estaba.
No es el norte, pero casi
Hay una zona de Escocia muy recomendable, que no es ni este ni oeste, ni siquiera es norte. Está llena de pequeños pueblos maravillosos junto al mar, y, de algunos, decir esto se queda corto, porque literalmente están en el mar. Crovie es una sola línea de casas construida sobre las rocas de la parte más baja del acantilado.
En un día soleado y de calma absoluta, me estremecía solo el imaginar qué tiene que ser vivir una tormenta desde el interior de una de estas casas. Atracción y pánico al mismo tiempo.
El norte del norte de Escocia
A la parte más al norte de Escocia, también llegué con mi moto, y disfruté, contra todo pronóstico, de días de sol y relativo calor.
Hubo un día incluso de playa, donde la gente se animaba a meterse al agua. Bueno, la gente; un chaval en una punta y un padre con dos hijos en la otra. Yo me acerqué con mis pantalones remangados y el agua no estaba mucho más fría que la de mi Cantábrico y sí más caliente que la de la playa Milide en el Cabo Home, en Galicia, y allí me bañé.
Después de escribir este post, pienso que sí me traje unas buenas fotos de la naturaleza de Escocia, solo que no es la naturaleza de Escocia que todo el mundo tiene en su imaginario, incluido yo. Y eso me gusta.
Me gusta saber que, en cierta medida, me estoy liberando de la tiranía de la imagen.
El problema es que ahora, además de esa imagen mental que tenemos, estamos «contaminados» por las fotos de instagram, los blogs de viajes y demás.
Antes viajabas con una idea muy somera de lo que podrías encontrar, y siempre había un pequeño margen para la «aventura». Los horarios de los trenes, la reserva que habías hecho por teléfono con un tipo al que apenas entendías… Siempre había una duda, un ligero temor a que algo saliese mal.
Ahora tenemos el google maps y cada centímetro de terreno cartografiado a base de fotos. Fotos perfectas de cielos idílicos, de ríos inmensos… Normal que al llegar al sitio nos sintamos descolocados.
Lo bueno de ir con la cámara es que te permite realizar tu propia cartografía con tus propios ojos… A mi me ha gustado la tuya 🙂
¡Qué gozada leerte de nuevo por aquí! Y qué bien que coincidamos en nuestra visión del mundo y los viajes. Aunque tengo que decir que no sé si echo de menos ese margen para la duda. Será que me estoy haciendo viejo. Bueno, a decir verdad, sí que me gusta aún, por eso cada día que pasa tengo más ganas de volver a visitar Asia y dejarme perder entre su gente y mi bendita incomprensión.
Y eso de realizar mi propia cartografía, me ha encantado.
Muchas gracias.