Desde que regresé de Japón, han pasado algo más de dos semanas, y aún no me siento preparado para hablar sobre el viaje. Podría ser plano, hipócrita y falso y escribir sólo sobre las maravillas que allí me encontré, porque las encontré, sí, pero no sería justo con mis lectores, y ni mucho menos conmigo mismo. Cuando yo viajo, no pretendo llenar mi cámara con fotografías de grandes monumentos, sino llenar mi alma con grandes momentos.
Ahora, estoy atravesando una situación emocional confusa. No sé si disfruté de Japón o si quiero sentir la necesidad de haber disfrutado de Japón.
Voy a escribir algo que será muy poco popular entre mis seguidores, y mucho menos entre los que no lo son. Voy a decir que la realidad de Japón pierde ante su imaginario.
Me esperaba más de este país. Me esperaba más sorpresas, más belleza, más frikis, más naturaleza, más sushi, más. Me esperaba mucho más. Y casi podría asegurar que la mayor sorpresa del viaje ha sido que no he tenido sorpresas.
No me he emocionado, como cuando vi por primera vez Machu Picchu. No me he emocionado, como cuando vi por primera vez la selva guatemalteca desde lo alto de una pirámide maya. Ni cuando apenas veía, a través de la niebla, la vieja Escocia. Y, ni mucho menos, como cuando recorría en moto las carreteras vietnamitas en busca de templos ocres escondidos entre la selva. Japón no me ha emocionado.
Seguramente, algunos de los que ya habéis estado en Japón estaréis en total desacuerdo conmigo. Estaréis pensando que este país está lleno de lugares maravillosos y que yo no he sabido dar con ellos. Y no os falta razón, porque también puedo asegurar que 26 días de viaje no dan para conocer ni una centésima parte del país. Y sí, tengo la sensación de que Japón puede llegar a emocionar como cualquier otro lugar, o incluso más, pero yo, en esta ocasión, no he sabido conectar.
Tal vez esté siendo demasiado exigente, pero es que las expectativas eran tan altas que no lo puedo remediar.
Y tras este momento de sinceridad, prometo que escribiré posts para mostraros todas las maravillas japonesas.
Bueno pues esperaremos pues a leerte pero siento tu digamos decepción parcial .
Esperaremos ansiosos los siguientes posts sobre Japón. Porque aunque a mí me ocurrió lo mismo, vimos lugares espectaculares aunque en muy pequeñas dosis. Creo que es un error ir con la expectativas tan altas a cualquier sitio y me pasó lo mismo con Praga. Tanto Praga, tanto Praga, y a mí, pues me dejó fria.
No quisiera llamarlo decepción, porque he disfrutado del viaje, pero sí siento que no ha estado a la altura de mis expectativas.
Aún así, he visto sitios fabulosos. Ya os los mostraré.
Es cierto, Eva. A veces nos dejamos entusiasmar en exceso por lo que leemos o nos dicen, o por los malditos fotógrafos y sus maravillosas fotos.
Tener altas expectativas suele ser peligroso, me ha pasado lo mismo en otros lugares. También el hecho de haber viajado mucho puede tener algo que ver.
Casualidad estuve el mes pasado en Japón, y a mi sí que me alucinó, sobre todo Tokyo.
Por cierto, también me alojé en el Nakagin Capsule Tower (solo una noche), he visto una foto que colgaste en twitter.
Saludos!
Expectativas altas y haber viajado mucho pueden ser responsables de un sentimiento como el que tengo, tienes razón, Jon. Pero en mi caso, no creo que viajar lo que he viajado haya podido influenciar negativamente, porque, por así decirlo, soy primerizo en este campo.
Procesando las fotos de Tokio, pienso, qué gran ciudad, pero en su momento, Kioto me impactó mucho más.
Respecto al Nakagin, hablaré de él en mi siguiente post. Fue una experiencia interesante. Ya veremos si coincidimos.
Te espero.
He cambiado mis planes. Al año que viene ya no voy a Japón.
No sé donde iré. Se lo contaré a Diego en cuanto lo sepa.
Cada viaje es único y cada viajero también. No te dejes desanimar por mi experiencia y vete a Japón, lo merece, a pesar de lo aquí contado. Mira , seguro que te devuelve las ganas 😀