La Parte I de mi viaje al pasado: Caminando por Bretaña.
Alguien escribió una vez que París era la ciudad de la luz, y así se quedó. Pues yo voy a escribir que Bretaña es la región de la luz, a ver qué pasa.
Las estrechas calles de esos magníficos pueblos construidos hace más de cinco siglos, bombardeados por la estupidez humana hace poco más de 50 años y rehabilitados por la sensibilidad que aún pervive en cierta gente crean encuadres muy atractivos para esos locos que pintamos con luz.
Además, Bretaña tiene una arquitectura originalmente religiosa, reconvertidas en lugares de culto al turismo, con una luz de colores especialmente atractiva. Me resisto a escribir que la luz es divina. Vaya, lo acabo de hacer.
Bretaña es un buen destino que visitar, pero habrá que tener especial cuidado en la época del año que se elige para ello. Las santas vacaciones que hemos tenido en abril fueron un acierto. Poco turista, salvo en Le Mont Saint Michel (frontera con Normandía), interrumpe en el encuadre sin previo aviso, pero si lo hace aprovéchalo y dispara. A veces mejora la composición inicial.
He oído que en verano, las estrechas calles se vuelven más estrechas por la cantidad de turistas extranjeros que se suman a los nacionales, pero si no hay opción de elección, no dejéis de ir. Siempre tendréis rincones y momentos olvidados por la mayoría.